sábado, 20 de mayo de 2017

Yzur

Yzur

Todo cambió desde su muerte: mis sentimientos, mis hábitos y mi forma de mirar al mundo. Todavía tengo el recuerdo de cuando pintaba ese bello cuadro, cuando lo pintaba a él. Recuerdo que me quedaba hasta que se apagaran los candelabros, acariciando su bello y oscuro pelaje.
Ahora… ahora no tengo nada más que un simple cuadro y una pequeña casa en el medio de La Pampa. Es por eso que me dedico a mirarlo todo el día: cada detalle, cada tonalidad de su color y el bello rostro de Yzur.
Nunca supe  su raza, nunca supe dónde ni cuándo lo encontré. Hoy sigo con esa duda que me atormenta cada noche. Así empecé a tomar esas viejas botellas del más barato ron guardadas en mi sótano, como un bebé toma su leche materna para consolarse.
Luego de colgar el cuadro, empecé a escucharlo ladrar todas las noches, acostada, bebiendo  ron. Así, le dejaba comida y, cuando me levantaba,  ya no estaba. Veía corriendo su suave figura por el campo, pero nunca pude agarrarlo.
Una noche, decidí dejar su comida e irme a acostar, pero esta vez no tomé nada de alcohol. Ya era la madrugada y no escuché sus ladridos. Salí de mi pieza y encontré el viejo cuadro vacío: Yzur no estaba en él, estaba sentado en el sillón moviendo su cola, tal como lo había hecho toda su vida al verme.
¿Yzur volvió? ¿Yzur era real? ¿Tomé y era parte de mis fantasías? Eso nunca lo sabré…